“La práctica clínica demuestra que las tasas de ansiedad y depresión en los jóvenes han aumentado considerablemente en los últimos años, y las redes sociales provocan que esta sintomatología empeore”, señala Daniel Valencia, psicólogo del Hospital Ribera Juan Cardona.
Los niños y jóvenes disponen de consolas, teléfonos móviles y todo tipo de dispositivos electrónicos conectados a internet a edades cada vez más tempranas.
“Utilizar diariamente plataformas y aplicaciones de internet, ver amigos o ídolos disfrutando activamente de fiestas o eternamente de vacaciones en imágenes poco realistas genera la sensación de que se están perdiendo cosas de un mundo falsamente idílico”, explica. Todos estos estímulos suponen “un peligro para su autoestima y puede llegar a manifestarse en forma de trastornos emocionales como ansiedad, estrés y depresión, entre otros”.
La Asociación Española de Videojuegos asegura que el 70% de los niños que usan consolas para jugar a videojuegos tiene entre 11 y 14 años. Sin embargo, más de la mitad de los menores de entre 6 y 11 años (un 57%) ya pasa varias horas a la semana con este tipo de entretenimiento. Además, la mayoría de menores de 11 años tienen móvil y con él, acceso ilimitado a internet y las redes sociales.
El psicólogo del Hospital Ribera Juan Cardona recuerda que la adolescencia “constituye una gran ventana de plasticidad neuronal, donde el cerebro se desarrolla para ser más eficaz. Esta flexibilidad, deja a los jóvenes más expuestos a influencias externas, tales como la manipulación de imágenes, vídeos y audios, incluida la inteligencia artificial, causando en ocasiones confusión y afectándoles emocionalmente”.
“Los trastornos de ansiedad suelen comenzar en la adolescencia, la edad media está en torno a los 17 años. En esta franja de edad, aparecen momentos muy convulsos donde el adolescente, muchas veces, no está preparado para hacerle frente a grandes cambios de su vida tanto emocionales como sociales”, explica Daniel Valencia.
El especialista insiste en la importancia de la educación digital y emocional, fomentar el pensamiento crítico, localizar fuentes de información seguras y fiables, valorar diferentes puntos de vista y promover siempre el respeto a los demás.
En su opinión, es clave también mantener una comunicación abierta padres-hijos, validar sus emociones y ofrecerles apoyo siempre que lo necesiten, además de “enseñarles a conocer y valorar sus propias cualidades y logros, independientemente de la aprobación de los demás, fortaleciendo su autoestima, y enseñarles la importancia de gestionar su privacidad”.
El objetivo es proveer a los menores de herramientas que les permitan protegerse de las consecuencias negativas de la continua exposición a este tipo de contenidos.