Dermatitis atópica, una enfermedad cada vez más común

Publicado por Hospital Juan Cardona el 16 de mayo de 2019 11:56:46 CEST

La dermatitis atópica es la manifestación en la piel de un proceso de hipersensibilidad general en el contexto de una serie de defectos en la formación de la epidermis motivados en una gran mayoría de los casos por unas mutaciones genéticas. Se trata de una patología cutánea que comienza desde la más tierna infancia y es una verdadera epidemia, de hecho es una de las principales causas de visitas al dermatólogo.

En un periodo de 30 años, el número de casos de dermatitis atópica se ha duplicado o incluso triplicado en los países occidentales. La piel atópica es una condición poco conocida e incomprendida, que altera la vida de los niños y de sus padres. Sin embargo, recientes descubrimientos científicos han permitido avances hacia la comprensión de esta condición, de manera que el esquema terapéutico se ha ido modificando desde el nacimiento.

Síntomas

Se suelen definir unas fases en la dermatitis atópica ya que en el lactante es frecuente la afectación de mejillas y cuero cabelludo así como pliegue del cuello y posteriormente suele aparece en las zonas de extensión de brazos para luego ser los pliegues de brazos y piernas donde aparece la enfermedad

Aunque es más frecuente la dermatitis atópica en la infancia (hasta un 20% de la población infantil), cada vez son más numerosos los casos de dermatitis atópica del adulto con una clínica de eccema generalizado que produce una perdida en la calidad de vida muy importante y la necesidad de agresivos tratamientos.

Causas

Cuando está extremadamente seca, la piel se vuelve más permeable y ya no cumple su función  barrera contra las agresiones externas y los alérgenos. No obstante, la piel seca no se vuelve atópica. La atopía se desarrolla a partir de condiciones genéticas favorables.

Hay estudios que demuestran que si uno de los padres tiene una piel atópica, la probabilidad de que el niño tenga la mismas características cutáneas es del 30% +. Si ambos padres están afectados, la probabilidad es del 70%. Más allá del factor genético, la piel atópica también se relaciona con un sistema inmunológico fuera de control, que funciona de una manera exagerada, creando una intensa inflamación. Cuando es permeable, la piel permite la entrada de alérgenos (ácaros, pelo de animales, polen…) y algunas bacterias (como el Staphilococus Aereus) que causan reacciones inflamatorias.

Los alérgenos alimentarios (leche de vaca, huevo, …) también están involucrados en el sistema digestivo y desencadenan algunos ataques de eccema. Otros factores, como los productos químicos aplicados en la piel, el calor o la transpiración, son irritantes y pueden desencadenar episodios de eccema. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos no existe una alergia alimentaria en niños atópicos. Las alergias alimentarias se presentan en forma de síntomas digestivos o signos en la piel y de una «ruptura» en los indicadores de peso y tamaño.

Tratamientos

Los tratamientos son muchos, muy personalizados en cada paciente y que deben acompañarse de un apoyo psicológico al paciente e incluso a su familia siendo imprescindible la confianza mutua entre médico y paciente ya que los tratamientos a veces no resultan eficaces y hay que buscar la terapia optima para cada paciente

En primer lugar, se debe mantener una piel bien hidratada y eso sólo se consigue mediante la aplicación de cremas hidratantes, jabones que no agredan la piel ni sean potencialmente alergénicos. Medidas útiles en la población infantil serían baños cortos incluso con alguna sustancia antiséptica ( sulfato de zinc..) en la fase de brote con lo que se consigue calmar la inflamación cutánea. Cuando posteriormente llegamos a una fase de piel seca es cuando al baño se le pueden añadir aceites.

En la fase aguda es fundamental el uso de corticoides sobre todo tópicos, pero también en ocasiones sistémicos con control médico. Mejor utilizar corticoides de última generación ya que han demostrado menor absorción y capacidad de producir efectos secundarios. También se usan los inhibidores de la calcineurina (tacrolimus 0,1%, pimecrolimus 1%) pero en las fases agudas suelen escocer por lo que suelen ser más útiles un poco más tarde, en fases subagudas o crónicas incluso con terapia de mantenimiento con aplicación de dos días por semana, lo que disminuye el número de brotes.

La utilización de antihistamínicos, aunque controvertida, ayuda a disminuir parcialmente el prurito y se pueden mantener muchos meses. Las formas más severas de la enfermedad serán tratadas con radiación ultravioleta, o inmunosupresores tipo ciclosporina, azatioprina, metotrexate, micofenolatomofetil. Existen investigaciones en curso sobre el uso de fármacos biológicos (omalizumab) en procesos que no responden a los anteriores tratamientos.



 

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