Durante el invierno somos propensos a contraer catarros, gripes y demás enfermedades virales relacionadas con el frío; la primavera es la época de brotes alérgicos por excelencia, y el verano, a pesar de ser la estación del año favorita de muchos de nosotros, también tiene sus riesgos para la salud.
En el artículo de hoy vamos a repasar las 10 enfermedades más comunes del verano, para que ningún contratiempo pueda empañar las vacaciones o el merecido descanso que con tanto cariño hemos estado planificando.
1.- Deshidrataciones.
La hidratación es esencial para el buen funcionamiento del organismo, y en verano más que nunca se convierte en una práctica fundamental. La deshidratación se produce cuando la salida de agua y de sales es superior a la entrada de éstas en nuestro cuerpo. Esto puede provocar golpes de calor, vómitos e incluso fiebre. Algunos de los síntomas son los siguientes: sed, no orinar mucho, dolor de cabeza, piel y boca secas o latidos cardiácos más rápidos de lo habitual. La solución a este problema es muy simple: restituir los líquidos bebiendo agua o bebidas isotónicas. Pero siempre es mejor prevenir que curar, y para evitar las deshidrataciones en verano, lo mejor es consumir líquidos de manera continuada para impedir que el sol y el calor jueguen una mala pasada.
2.- Hongos.
En verano, las piscinas públicas son uno de los lugares más frecuentados en las ciudades. Pero también son uno de los lugares donde es más fácil contraer infecciones causadas por los hongos, sobre todo el hongo denominado «pie de atleta», que afecta a los pies. Este tipo de infección, llamado tiña podal de forma médica, tiene una duración breve o prolongada, según el tipo de hongo, aunque puede llegar a reaparecer si no se trata de manera adecuada. Para prevenirlos se debe caminar calzado por el borde del suelo mojado utilizando chanclas, y también hay que echar mano de ellas en las duchas de las piscinas, lugar donde los hongos son frecuentes. También se recomienda secarse bien los pies después de cada baño y no compartir toalla ni calzado.
3.- Otitis.
Este problema cada vez afecta a más personas en verano, ya que se contagian en las playas y piscinas a través de bacterias. Éstas surgen por la combinación de agua y calor. Aunque el agua favorece la otitis, en algunas ocasiones los hongos que la propagan se encuentran en el propio oído esperando a que surjan las condiciones apropiadas que alienten su desarrollo. Un baño podría propiciar la otitis externa, incluso aunque el agua no contenga bacterias.
Hay que tener especial cuidado con los niños, ya que son más propensos a padecer la otitis, porque pasan muchas horas en el agua en verano, y sus trompas de Eustaquio son más cortas que las de los adultos, por lo que los gérmenes llegan más facilemente el oído medio.
Las causas de la otitis son una inflamación muy molesta y dolorosa que impide realizar varias actividades, como por ejemplo, conciliar el sueño. Para prevenir la aparición de esta infección auditiva, es preciso no sumergirse en el agua de manera continua, o en su defecto, hacerlo con tapones para baño. Además, hay que limpiar los oídos con cuidado con objetos adecuados y secarse después del baño con una gasa o toalla.
El calor y la luz del verano provoca dificultades a la hora de dormir. Los aires acondicionados nos producen sequedad y abrimos las ventanas para que el fresco invada la habitación, pero al final acaba entrando más ruido que aire. Las alteraciones de sueño en verano afectan mayormente a los niños, aunque los adultos también las padecen. Los días en vacaciones se alargan para ellos y se retrasa la hora de ir a dormir comparada con el resto del año. Los trastornos de sueño pueden provocar – tanto en niños como en adultos- cansancio, apatía, fatiga, mal humor, pérdida de atención o angustia.
Para evitar este problema en los niños, lo ideal es que los pequeños reduzcan su actividad cuando se acerca la hora de ir a dormir, establecer rutinas y mantener un hábitat de tranquilidad en la habitación en la que vayan a dormir.
5.- Alergias y picaduras.
En verano la piel es más sensible y vulnerable que durante el resto del año. El sol y el agua pueden provocar ciertas alergias, así como las picaduras de insectos o animales marinos. El protector solar tiene que estar a mano durante esta temporada del año, ya que puede provocarnos alergias o reacciones en la piel no esperadas. También hay que tener en cuenta las alergias de los niños hacia los animales. Por ejemplo, en los campamentos de verano a los que acuden, los más pequeños están en contacto con ovejas, cabras, perros, caballos… Todos estos animales pueden producir reacciones alérgicas o conjuntivitis.
En verano hay más insectos, y las picaduras pueden causar inflamaciones, vómitos, mareos o fiebre. Abejas, avispas, mosquitos, pulgas, chinches… Hay que estar alerta y procurar usar repelentes de insectos mientras estamos en casa para evitar que entren en los hogares.
Si bien la mayoría de estas patologías no suelen acarrear graves consecuencias para nuestra salud, pueden ser muy molestas y arruinar nuestro verano. Con la medicación adecuada recetada a tiempo los síntomas pueden desaparecer en unos pocos días. Si además no quiere perder su tiempo en interminables esperas en los servicios públicos de urgencias, recuerde que en el Hospital Juan Cardona el tiempo medio de espera de nuestro servicio de Urgencias es de 20 minutos.