«La ansiedad no gestionada aumenta el riesgo de desarrollar trastornos más graves, como la depresión»

La ansiedad es una respuesta emocional natural ante situaciones de peligro, estrés o incertidumbre. Se puede manifestar como un sentimiento de preocupación, nerviosismo o miedo, y puede provocar síntomas físicos como taquicardia, sudoración y dificultad para respirar. 

La ansiedad cada vez afecta más a los jóvenes y eso puede venir dado por la sociedad actual: aumento de la presión social y económica, presiones académicas e incluso, las redes sociales. 

En esta entrevista, Daniel Valencia, psicólogo del Hospital Ribera Juan Cardona, aborda el tema de los trastornos de ansiedad. 


¿Cuáles son los signos que nos deben alertar en cuanto a la ansiedad?

Los seres humanos poseemos una gran capacidad tanto para anticipar hechos como para rememorar acontecimientos pasados ​​y esta capacidad nos tiene que ayudar a aprender de las experiencias y organizar o planificar el futuro.


Cuando los pensamientos nos hacen percibir amenazas inexistentes y/o sentir miedo ante posibles situaciones podemos intuir una ansiedad, que podríamos llamar, ansiedad patológica. 

La ansiedad, en un bajo nivel, permite a las personas responder ante las demandas externas, pero una ansiedad desmedida provocará un bloqueo en los mecanismos psicológicos que permiten afrontar las situaciones de una manera adecuada. Si esta ansiedad, además, perdura en el tiempo, acabará generando respuestas de tristeza, impotencia, incapacidad e, incluso, es posible que derive en un estado depresivo.


¿Qué nos debe hacer ir a la consulta?


Cuando la ansiedad se desborda y nos provoca:

  • Sensación de cansancio mental.
  • Dispersión o dificultades de concentración.
  • Sensación de no poder responder adecuadamente a los requerimientos externos.
  • Pérdida de intereses por las cosas que antes nos motivaban.
  • Sensación de estar siempre de mal humor.
  • Intolerancia, o ganas de protestar por cualquier cosa.
  • Insomnio de conciliación del sueño.
  • Angustia ante la incertidumbre.
  • Pensamientos reiterados en torno al tema que nos preocupa sin poder dejar de pensar y a menudo con la conciencia de que seguir pensando no nos ayudará a resolver nada.

En estos y otros casos debemos acudir a un profesional psicólogo. 

¿Cuáles son los síntomas que diferencian la ansiedad normal de la patológica?

Es crucial prestar especial atención a los siguientes indicadores, especialmente si persisten en el tiempo y si aparece la sensación de no poder salir de esta situación. 

Somatizaciones como: taquicardias, dificultades respiratorias, sensación de nudo en el estómago, mareos, dolor de cabeza o dolores generalizados del cuerpo. Insomnio de mantenimiento o despertar precoz. Sensación de tristeza gran parte del tiempo. Dificultad para disfrutar de las cosas que antes nos gustaban. Afectación en el apetito por exceso o por defecto. Pérdida de peso o aumento de peso. Ganas de llorar, con llantos o sin ellos. Visión de la vida y del futuro catastrofista. 


¿Cuáles son los principales desencadenantes en la sociedad actual?


Ciertos eventos sociales que requieren interacción con personas desconocidas o que implican hablar en público pueden desencadenar sentimientos de ansiedad, lo que a veces se diagnostica como un trastorno de ansiedad social. 


¿Qué diferencias hay con la depresión?

En líneas generales, la ansiedad se caracteriza por el miedo y la angustia constante mientras que en la depresión suele ser un trastorno en el que la persona se siente deprimida y no tiene motivación ni interés para realizar tareas que antes eran satisfactorias.


¿Qué opciones de tratamiento existen?

Con el tratamiento psicológico de tipo cognitivo-conductual la atención se dirige a tomar conciencia del estilo de pensamiento y, especialmente, a diferenciar la causa del sufrimiento para poder hacer una valoración más objetiva.

Conductualmente, el profesional es capaz de ayudar al paciente a cuidar de sí mismo y desarrollar actividades que le serán beneficiosas y le harán sentir mejor, sabiendo que esto será un aspecto indispensable para la curación y para poder cuidar de los demás. Este tratamiento puede ir apoyado por alguna medida ansiolítica, según el caso y el nivel de afectación.¿Hay diferencias en cuanto a las causas y el tratamiento según sea la edad del paciente?

Hay diferencias según la edad del paciente en cuanto a las causas y tratamiento: niños adolescentes, adultos y ancianos. Los niños de corta edad aprenden a responder al estrés por lo que han observado y experimentado en su corto pasado. El estrés experimentado por un niño puede parecer insignificante para los adultos, pero como los niños tienen pocas experiencias previas de las cuales aprenden, incluso las situaciones que exigen cambios pequeños pueden tener un impacto enorme en los sentimientos de seguridad y confianza del niño.

Los trastornos de ansiedad suelen comenzar en la adolescencia, la edad media está en torno a los 17 años. En esta franja de edad aparecen momentos muy convulsos donde el adolescente, muchas veces, no está preparado para hacerle frente a grandes cambios de su vida tanto emocionales como sociales. 

La ansiedad en el adulto se suele caracterizar por síntomas físicos muy intensos cómo taquicardias, dolor de pecho, dificultad para respirar, temblores o mareos, que suelen llegar a confundirse con un ataque al corazón. 

En general los trastornos de ansiedad en la vejez están relacionados con depresión, demencias, alcoholismo y con problemas físicos que pueden crearles inseguridad o dependencia no deseada. 

Pocas veces se encuentra el trastorno de ansiedad como diagnóstico principal en los ancianos, pocas veces se produce a partir de los 65 años y generalmente porque se incluye dentro de otra categoría diagnóstica que se considera la principal como puede ser la depresión, enfermedades somáticas, etc.

¿Cómo se puede identificar y ayudar a una persona que está sufriendo un ataque de ansiedad?

Hay que saber identificar los síntomas. Hay que ser predecible y evitar las sorpresas. Ayudar a la persona a concentrarse pidiéndolo que repita una tarea simple pero físicamente cansadora, como levantar los brazos por encima de la cabeza. Ayudar a desacelerar la respiración de la persona respirando con ella o contando lentamente hasta diez. Explicándole que no tiene nada grave de salud. 


¿La ansiedad mal gestionada puede derivar en otro tipo de trastorno?

La ansiedad no gestionada puede aumentar el riesgo de desarrollar trastornos de salud mental más graves, como la depresión. Además, puede impactar en la autoestima y la confianza en uno mismo, limitando las oportunidades y experiencias de vida.


¿Cuáles son las recomendaciones para gestionar y reducir la ansiedad en nuestra vida cotidiana? 

  • Respirar profundamente. Tomar aire por la nariz mientras se cuenta hasta tres y soltarlo por la boca lentamente. 
  • Practicar técnicas de relajación o meditación. Éstas implican centrar la atención en algo que calme y aumenta la conciencia del cuerpo.
  • Hablarlo. Compartir las preocupaciones con otras personas ayudará a ponerle nombre y a recibir la ayuda adecuada.
  • Pensar en el presente. Intentar no focalizarse en situaciones que aún no se han producido. Esto solo hace que la ansiedad aumente.
  • Organizarse. Tener un horario y una rutina establecida ayuda a disminuir la ansiedad. Una buena estrategia es hacer un calendario.
  • Activarse. Ir a dar un paseo o realizar alguna actividad física ayuda a controlar la ansiedad.
  • Hacer anotaciones en un papel. Escribir cómo nos sentimos y qué hacemos en ese momento ayuda a identificar mejor la ansiedad. 

Con este análisis somos capaces de tener una visión más completa de lo que nos va bien para poder aplicarlo cuando sea necesario.

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