Óscar Suárez, especialista en dermatología en el Hospital Ribera Juan Cardona: «Los cambios bruscos de temperatura son perjudiciales»

El impacto del clima frío en la piel ha sido reconocido desde tiempos antiguos, dando lugar al término «picor de invierno» en el siglo XIX, ahora reemplazado por «xerosis de invierno». Este fenómeno se caracteriza por una reducción en la hidratación cutánea, causada por diversos factores como la alteración en la diferenciación epidérmica y la pérdida de la función barrera.


Según Óscar Suárez, especialista en dermatología en el Hospital Ribera Juan Cardona, este proceso lleva aproximadamente 3-4 semanas desde la exposición al frío hasta la manifestación de la sequedad, y otro período similar para su recuperación con el aumento de las temperaturas. 


El uso de sistemas de calefacción modernos contribuye al problema al generar ambientes cálidos y secos durante los meses de invierno, lo que afecta especialmente a personas de edad avanzada, quienes ya son más propensas a la sequedad cutánea. 

“El síntoma principal de la piel seca es el picor, que conduce al rascado y agrava el problema. La piel seca se caracteriza por descamación, pérdida de elasticidad y rugosidad, pudiendo progresar a enrojecimiento, grietas y, sin tratamiento, a eccema”, afirma el profesional. 

El frío causa vasoconstricción en la dermis y la capa grasa de la piel, reduciendo la circulación cutánea y asociándose con afecciones invernales como sabañones y el fenómeno de Raynaud. También pueden ocurrir afecciones más raras como paniculitis y urticaria por frío.


¿Por qué los cambios bruscos de temperatura son perjudiciales?

Los cambios bruscos de temperatura, tanto ambientales como en el agua de la ducha, son perjudiciales. Las duchas muy calientes, comunes en invierno, pueden secar la piel y provocar vasodilatación, lo cual es especialmente problemático en enfermedades como la Dermatitis Atópica, la Rosácea y la Dermatitis Seborreica.

El síndrome de la piel sensible o reactiva puede provocar molestias cutáneas, especialmente en la cara, debido a diversos estímulos, incluido el frío.

La rosácea, común en personas de mediana edad con piel clara, puede empeorar en invierno, causando sensación de tirantez, ardor o quemazón en climas fríos. Los cambios abruptos de temperatura pueden desencadenar rubefacción debido a la fragilidad vascular característica de esta enfermedad.

Personas con especial sensibilidad al frío 

Hay personas con una sensibilidad especial al frío. La perniosis, conocida comúnmente como sabañones, es una afección cutánea caracterizada por placas inflamatorias rojo-violáceas que suelen causar picor o dolor. Estas lesiones suelen localizarse en áreas acrales, como los dedos de las manos y los pies, y su incidencia ha disminuido en la sociedad moderna, aunque persiste en ciertas profesiones o actividades al aire libre a bajas temperaturas.

“Durante la pandemia del COVID-19, se detectó un incremento muy significativo de los cuadros de perniosis en niños. Se cree que en parte por el propio virus y en parte por el mayor frío soportado en la aulas por la ventilación obligatoria para prevenir la transmisión del COVID-19”, destaca Óscar Suárez, especialista en dermatología en el Hospital Ribera Juan Cardona. 

El fenómeno de Raynaud, aunque es una patología bien conocida, es relativamente infrecuente. Implica una vasoconstricción de la circulación en los dedos, principalmente en las manos, después de la exposición al frío u otros estímulos. “La piel del paciente pasa por tres fases consecutivas: palidez, coloración azulada y finalmente enrojecimiento. La principal relevancia del fenómeno de Raynaud es que puede formar parte de un grupo de enfermedades conocido como “conectivopatías”, en las cuales existe afectación, potencialmente grave, de órganos como las articulaciones, el riñón, el corazón o los pulmones, por mencionar algunas”, destaca el profesional. 

Cuidado con los labios


Los labios son especialmente vulnerables al frío debido a su exposición constante. A diferencia de otras áreas de la piel, los labios cuentan con una delgada capa oleosa que los protege de la pérdida de agua. Sin embargo, hábitos como chuparse o morderse los labios pueden eliminar esta capa protectora y exponerlos a la acción de las enzimas digestivas de la saliva.

“Los pacientes con dermatitis atópica, una condición común que afecta hasta el 10% de la población, son más propensos a sufrir sequedad labial. Para prevenir y tratar la sequedad, se recomienda el uso regular de emolientes grasos. En caso de fisuras o grietas, la aplicación de un corticoide de baja potencia junto con una crema antibiótica suele ser suficiente para resolver el problema”, afirma Óscar Suárez. 


Recomendaciones

Para prevenir estas afecciones, es crucial protegerse adecuadamente del frío mediante el uso de ropa adecuada, como guantes y otras prendas que cubran el cuerpo de manera apropiada. Es importante encontrar un equilibrio, ya que el exceso de ropa puede generar sudoración excesiva y foliculitis. 

“Esto es especialmente relevante en niños y niñas con dermatitis atópica, ya que el exceso de sudor puede causar picazón y aumentar los brotes de eccema. Además, se recomienda el uso diario de emolientes específicos para cada afección, como la xerosis o la rosácea, para mantener la piel hidratada y protegida. Estas medidas ayudarán a prevenir la sequedad cutánea y otras complicaciones asociadas con el frío”, concluye el profesional. 

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