“El Día Europeo para el Uso Prudente de los Antibióticos es una iniciativa europea de salud pública anual que se celebra el 18 de noviembre; su objetivo es sensibilizar sobre la amenaza que la resistencia a los antibióticos supone para la salud pública y fomentar el uso prudente de los mismos. Los datos más recientes confirman que el número de pacientes infectados por bacterias resistentes crece en toda la Unión Europea, y que la resistencia a los antibióticos es una seria amenaza para la salud pública.
Usar con prudencia los antibióticos puede ayudar a detener el desarrollo de bacterias resistentes y conseguir que los antibióticos mantengan su eficacia para las generaciones venideras.”
European Center for Disease Prevention and Control / Centro Europeo para el Control y Prevención de las Enfermedades.
Efectivamente, el dia 18 de noviembre se recuerda, a nivel europeo, la necesidad de utilizar los antibióticos (y por extensión, habría que decir que todos los fármacos) de manera prudente y racional.
En el caso de los antibióticos, es importante tener en consideración un problema que, poco a poco, está poniendo en riesgo la salud de nuestros ciudadanos. En España, los antibióticos son unos fármacos que se utilizan mal, probablemente peor que en cualquier otro país de Europa. Y además, por causas fácilmente evitables, como la excesiva accesibilidad: si cogemos cualquier envase de antibióticos, veremos que en la caja pone “con receta médica”. Y efectivamente, en la farmacia, nos lo dan con receta. Y sin ella, también.
Esto genera dos errores como consecuencia directa:
- Primero, un uso inadecuado, utilizando un fármaco para una enfermedad en la que no está indicado.
- Segundo, una dosificación habitualmente incorrecta, ya sea por los horarios o por la duración del tratamiento.
Un ejemplo de uso inadecuado: niño con tos, febrícula, algo de congestión… y amig@ de los papás, solidario y bienintencionado, que sugiere aquello de “al mío le fue bien ***, para la neumonia”. ¿NEUMONÍA?, claman alarmados los padres. Y ¿qué no haría un padre por su hijo?. Corren raudos hasta la farmacia de guardia, reclamando urgentemente un envase de ***, regresan a casa, y se lo dan a su hijo, felices de haber salvado, una vez más, la vida de su retoño, amenazado por esos bichos invisibles y homicidas, que diría el poeta (si alguna vez un poeta escribe sobre las bacterias, porque hasta ahora, solo recuerdo a Antonio Machado con las moscas).
Por supuesto, la víctima, que en este caso solamente padece un catarro viral más o menos intenso, se recupera rápidamente del mismo, exactamente igual que si no lo hubiera tomado. Y los padres, ya sea para evitar los efectos secundarios de los fármacos, ya sea porque el chiquillo monta la de San Quintín cada vez que hay que darle el medicamento, deciden interrumpir el tratamiento al segundo día de tomarlo.
Si ya queremos rematar la faena, podemos generar una discrepancia entre los papás (pero por favor, que el niño no les vea discutir), y le dan una toma sí, otra no, según a quien le corresponda administrarla.
Y ya tenemos el perfil completo: un fármaco mal indicado y mal administrado.
El problema: el niño,el papá, la mamá, los vecinos interesados, el mancebo de la farmacia y hasta el médico pediatra, somos portadores de microbios malintencionados y perversos, capaces de provocar esas enfermedades infecciosas que tanto nos aterran. Y si les damos a probar los antibióticos sin utilizar las dosis correctas, vamos a lograr que esto bichitos tan antipáticos se entrenen adecuadamente para que, si un día lo necesitamos, el medicamento sea absolutamente ineficaz.
Por supuesto, podemos cambiar niños por niñas, o por abuelitos enfermos, o por jóvenes con dolor de muelas, o por… etc, etc. En todo caso, un mal uso de fármacos.
Vivimos en un medio donde la automedicación, sea cual sea su destino, está absolutamente injustificada. Una cosa es tomarse un analgésico por un dolor de cabeza tras una mala noche, y otra iniciar un tratamiento que necesariamente ha de prolongarse en el tiempo. Hay recursos disponibles a todas horas y en todas partes, más médicos de guardia y de urgencias que bomberos, y no hay justificación, ni para automedicarse ni para la dispensación inadecuada de fármacos. Algo que deberíamos recordar todos: los pacientes, los médicos y los farmacéuticos.
Y por supuesto: ¡¡FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO 2017 A TODOS!!
Dr. Domingo Menchón
Servicio Medicina Interna
Hospital de MOlina