El hábito compulsivo de comerse las uñas, también conocido como onicofagia, no sólo es un problema estético y puede tener consecuencias graves tanto para la salud general como para la bucodental: problemas estomacales, en los dedos, en la boca…
Pero, ¿por qué nos mordemos las uñas? Muchas veces responde a un acto inconsciente, pero puede ir más allá y relacionarse con un problema de índole emocional.
El mordisqueo constante de las uñas puede dañar el lecho ungueal y la raíz de las uñas y, además, puede provocar complicaciones, como la aparición de verrugas periungueales y de padrastros, las infecciones en los labios, la deformación de los dedos o el riesgo contante a la pérdida completa de la uña.
Problemas en la salud bucodental
Este hábito desgasta el esmalte además de causar microtraumatismos que fracturan y astillan los dientes, que sufren desgaste prematuro sobre todo en los incisivos centrales superiores y que, a largo plazo, puede traer consigo la aparición de sensibilidad dental además de la afección temporomandibular.
Además, los microtraumatismos sobre las mucosas labiales causados por el mordisqueo y la gran cantidad de bacterias que existen debajo de las uñas aumentan la incidencia de infecciones (herpes labiales, rágades bucales, aftosis, etc.). Si a ello le sumamos una escasa o mala higiene bucodental y otros factores de riesgo como el tabaco o el alcohol, las posibilidades de sufrir una enfermedad periodontal o halitosis de incrementa.
¿Cómo evitarlo?
En primer lugar es imprescindible tomar conciencia de todas esas consecuencias que el hábito de morderse las uñas conlleva. Además, puede ser muy útil llevar a cabo una serie de pautas como son pintarse las uñas con esmalte amargo o técnicas de modificación de conducta en el caso de que el problema tenga un origen fundamentalmente psicológico.