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«Un enfoque integral augura un mejor pronóstico en daño cerebral adquirido»

La neuropsicología es una rama de la psicología que también hunde sus raíces en la neurología. Se enfoca en ayudar a paliar al paciente las secuelas de enfermedades neurodegenerativas, traumatismos craneoencefálicos, ictus o tumores cerebrales, entre otras, tal y como explica la especialista de Ribera Polusa María Novo.

¿En qué momento debe empezar su rehabilitación un paciente con daño cerebral adquirido?

La recomendación para los pacientes –independientemente de si el daño ha sido provocado por un accidente cerebrovascular, un traumatismo craneoencefálico, un tumor, una cirugía o una situación de anoxia, por ejemplo–, es iniciar la rehabilitación neuropsicológica lo antes posible, siempre y cuando se encuentre fuera de peligro y estable desde el punto de vista clínico.

Los objetivos del profesional varían en función de la patología a tratar. ¿Cuáles serían en una enfermedad neurodegenerativa?

En el caso de enfermedades que siguen un curso degenerativo, como el alzhéimer o el párkinson, uno de los objetivos principales es promover y prolongar el mayor tiempo posible la calidad de vida y la autonomía del paciente, siendo vital la realización de estimulación cognitiva (lenguaje, memoria, atención, funciones ejecutivas) para paliar el deterioro asociado. Otra cuestión objeto de tratamiento es el manejo emocional del diagnóstico, su asimilación y facilitar al paciente las herramientas necesarias para hacer frente a dicha enfermedad de una forma adaptativa y sostenida a lo largo del tiempo. De esta forma, el apoyo psicológico puede ser necesario a lo largo de todo el proceso y no se limita exclusivamente al paciente. Facilitar información, recursos y pautas de manejo a la familia y a los cuidadores será también necesario, ya que ellos forman parte activa del proceso. 

En dolencias degenerativas, uno de los objetivos principales es prolongar el mayor tiempo posible la autonomía del paciente

¿Cuál es la metodología de trabajo?

En el campo de las enfermedades neurodegenerativas, se recomienda que la intervención neuropsicológica dé comienzo en las fases iniciales, esto es: cuando empiezan a manifestarse los síntomas. La metodología, objetivos y técnicas empleadas dependerán del tipo de enfermedad, su estadio o grado de avance y las propias características del paciente. Por una parte, se busca potenciar aquellas capacidades no alteradas; por otra, es habitual emplear estrategias de sustitución y compensación de funciones alteradas. La primera consiste en apoyarse en esas funciones preservadas para lograr un objetivo, mientras que, en la segunda, el paciente se vale de ayudas externas para lograrlo (por ejemplo, el uso de agenda para problemas de memoria). 

Otro grupo importante de pacientes son aquellos que han tenido un ictus. ¿Cuáles van a ser aquí las metas que se marque el profesional?

En el caso de los accidentes cerebrovasculares (ACV), el objetivo principal es reducir al mínimo o eliminar las secuelas derivadas de dicho daño cerebral. Para ello será fundamental, tras la valoración, la rehabilitación de los procesos cognitivos alterados en el paciente, así como el manejo de posibles alteraciones conductuales. En el caso de los (ACV) también será necesario prestar atención al estado emocional del paciente, ya que tendrá que asimilar las secuelas físicas y cognitivas consecuencia del daño cerebral. Además, la ocurrencia repentina de los ictus no permite una preparación previa y paulatina. Por ello, los afectados tienen que hacer frente a un cambio súbito y radical en sus roles familiares, laborales y sociales. En este caso, igual que en las enfermedades neurodegenerativas, la intervención a nivel familiar será necesaria y beneficiosa para la recuperación del paciente.

En este caso, ¿qué pautas se van a seguir con el proceso de habilitación?

Igual que en el caso de las enfermedades neurodegenerativas, se recomienda un enfoque multidisciplinar en el tratamiento del paciente (médicos neurólogos, rehabilitadores, psiquiatras, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, logopedas, neuropsicólogos, etc.). También en este caso es necesario personalizar la intervención y adecuarla al paciente y a su estado. Es de suma importancia prestar atención a las capacidades preservadas, ya que servirán de ayuda para rehabilitar las alteradas. A la hora de rehabilitar a un paciente que ha sufrido un ictus, además de las estrategias de compensación y sustitución, se pueden emplear técnicas restitutivas de la función alterada.

En líneas generales, ¿diría que resulta más compleja la rehabilitación de las alteraciones conductuales, emocionales o funcionales?

Cada cerebro es diferente y cada paciente es único. El curso evolutivo de cada lesión y sus secuelas siempre depende de múltiples factores: edad del paciente, nivel de actividad e independencia premórbidos, localización y gravedad de la lesión, tiempo de estabilización clínica, existencia o no de estancia prolongada en Uci, tiempo de demora en el inicio de la rehabilitación, enfermedades previas, comorbilidades, complicaciones asociadas a la hospitalización, grado de colaboración con las terapias, existencia o no de conciencia de enfermedad, etc. El número de posibles combinaciones de estos factores es abrumador y, por lo tanto, es complicado establecer comparaciones o predecir la evolución. En cualquier caso, un enfoque integral en el tratamiento, que abarque todas las alteraciones presentes, es el más recomendable y beneficioso para el paciente y augura un mejor pronóstico.

La implicación de la familia es esencial. Cuando un paciente sufre un daño cerebral, todo el sistema familiar se ve afectado

 Ha citado la conveniencia de, en paralelo al trabajo con el paciente, hacerlo también con su familia. 

La implicación de la familia en el tratamiento es esencial desde el inicio, ya que cuando una persona sufre un daño cerebral, todo el sistema familiar se ve afectado. La familia es fuente de información valiosa y útil tanto en el momento de la valoración como posteriormente. Durante el tratamiento, funciona como un agente motivador y que ayuda a la generalización y al mantenimiento de los logros obtenidos en terapia. Por todo ello, es necesario mantener a los familiares informados del proceso, la evolución y el pronóstico del paciente. De la misma manera, es necesaria la formación en estrategias y herramientas para el manejo del paciente, así como en recursos y apoyos útiles. Por último, es muy importante el acompañamiento durante todo el proceso, favoreciendo y facilitando la gestión emocional de la situación.