El corazón es la bomba que envía sangre a los distintos órganos y tejidos. Cuando esa bomba no funciona bien, todo el cuerpo se resiente, como explica la cardióloga Margarita Regueiro.
La insuficiencia cardiaca es una patología compleja que en España afecta a aproximadamente el 2% de la población, un porcentaje que implica a unas 900.000 personas. Por tratarse de una enfermedad asociada a la edad, su prevalencia en octogenarios asciende hasta un 9%, como corrobora la doctora Margarita Regueiro, cardióloga con consulta en la Clínica Santo Domingo-Ribera Polusa.
¿Cómo se puede explicar de un modo sencillo el concepto de insuficiencia cardiaca?
El corazón es la bomba que impulsa la sangre en cada latido para que, a través de las arterias, pueda llegar a todos los órganos y tejidos de nuestro cuerpo. La sangre aporta, entre otras cosas, oxígeno, que es un elemento fundamental para que todo funcione correctamente. Si falla la bomba, el aporte de oxígeno a los tejidos se hace insuficiente y estos comienzan a fallar. En otras ocasiones puede funcionar bien el corazón, pero si por algún problema aumentan las necesidades de los órganos y tejidos, aunque el corazón trabaje correctamente puede no ser suficiente para cubrir esas necesidades aumentadas y también así podrían aparecer signos de insuficiencia cardiaca.
Lógicamente, esos distintos escenarios en la insuficiencia cardiaca se traducen en distintas expectativas para el paciente.
Cuando se diagnostica insuficiencia cardiaca (IC) hay que intentar identificar la causa y ver si es corregible o tratable. Si la responsable es un fallo en una válvula que se puede tratar con una prótesis, una arritmia susceptible de ablación o una enfermedad coronaria que se puede revascularizar (limpiar las obstrucciones)… podría considerarse el tratamiento como ‘curativo’. En cambio, si la causa es una enfermedad del músculo cardiaco (miocardiopatías), ya sea porque este se estira y debilita o bien porque se engruesa y vuelve rígido, las posibilidades de tratamiento curativo son bajas y este va más encaminado a controlar los síntomas, a evitar descompensaciones e ingresos hospitalarios y a aumentar la supervivencia. En estos casos es fundamental optimizar al máximo el tratamiento, ya que junto con un estilo de vida saludable puede conseguir estabilizar la enfermedad durante años. A menudo decimos que la insuficiencia cardiaca tiene una elevada mortalidad, equiparable a la de algunos cánceres, y es cierto; pero la evolución de la insuficiencia cardiaca no es tan predecible. Es una entidad heterogénea, con variedad de causas y posibilidades de tratamiento que pueden modificar su curso.
La IC tiene una elevada mortalidad, pero hay variedad su causas y posibilidades de tratamiento que pueden modificar su curso
¿Qué es lo que determina su aparición: causas genéticas, asociadas a la edad o al estilo de vida?
Influyen estos tres criterios. Hay enfermedades cardiacas, en concreto algunas que afectan al músculo o a las válvulas, que pueden ser hereditarias y presentar afectación familiar. En estos casos el estudio genético puede detectar mutaciones que nos ayudan a estimar mejor el pronóstico y, en ocasiones, permiten adelantar tratamientos. Además, la prevalencia de la IC claramente aumenta con la edad, como lo hacen otras patologías que favorecen su aparición. Y nuestro estilo de vida también influye.
¿En qué casos aparece la IC asociada al estilo de vida?
El sedentarismo, la obesidad, el tabaquismo, el consumo de alcohol o cocaína, el mal control de la diabetes… favorecen su aparición. La IC también puede ser consecuencia de la hipertensión arterial o de la enfermedad coronaria, unas patologías que se ven favorecidas por un estilo de vida poco saludable. En nuestro medio es común la miocardiopatía dilatada relacionada con el consumo de alcohol, que puede afectar a un tercio de los grandes consumidores; el corazón se estira y debilita, y puede empeorar con la aparición de taquicardias. En estos casos la abstinencia alcohólica puede conseguir la recuperación, aunque no siempre ocurre.
En nuestro medio son comunes los casos relacionados con un elevado consumo de alcohol
La insuficiencia también se presenta a causa de anomalías estructurales cardiacas que no causan sintomatología, ¿cómo se pueden detectar?
Por ese motivo, lo habitual es solicitar un estudio del paciente cuando se encuentra una alteración en el electrocardiograma, ante hallazgos de una prueba radiológica realizada por otro motivo o tras detectar una cardiopatía —posiblemente hereditaria— en un familiar de primer grado.
¿Cómo se aborda la enfermedad tras ser diagnosticada?
La prueba diagnóstica fundamental es el ecocardiograma, que nos va a permitir estimar la fracción de eyección del ventrículo izquierdo (Fevi), que a través del porcentaje de sangre que se expulsa en cada latido mide la fuerza del corazón. Este parámetro se utiliza para clasificar el tipo de insuficiencia cardiaca: IC con Fevi preservada e IC con Fevi reducida. Esta diferenciación es importante, dado que no se tratan igual. En ambos casos hay que intentar averiguar la causa que origina la IC y tratarla si es posible. Para mejorar los síntomas se recetan diuréticos, fármacos que actúan aumentando el volumen de orina, que es la mejor forma de eliminar líquidos. Con ello se consigue aliviar la sensación de ahogo y disminuir los edemas (deshinchar tobillos). Para la IC con Fevi reducida hay cuatro tipos de fármacos que se intentarán introducir, ya que han demostrado ser útiles para aliviar síntomas, reducir hospitalizaciones y mejorar la supervivencia (IECAS/ARAII/sacubitrilo-valsartan, los betabloqueantes, ARM y los iSGLT2). En el caso de la IC-Fevi preservada, este beneficio solo lo han demostrado los iSGLT2 (fármacos utilizados también para el control de la diabetes). A lo largo del tiempo y en función de la evolución se pueden ir considerando otras terapias como el hierro intravenoso, dispositivos intracardiacos (desfibrilador, marcapasos resincronizador) y, como último recurso en casos seleccionados, trasplante cardiaco o asistencia circulatoria mecánica (corazón artificial).
¿Ante qué síntomas hay que plantearse acudir al médico de cabecera?
Lo más frecuente es dificultad para respirar y sensación de ahogo, que inicialmente puede ser al realizar esfuerzo (andar, subir escaleras), aunque también puede ocurrir en reposo. Esta sensación suele empeorar al estar acostado, precisando aumentar el número de almohadas para poder dormir. Durante la noche no es raro sentir la necesidad de levantarse e ir a la ventana a coger aire. También pueden aparecer los tobillos hinchados, e incluso las piernas o el abdomen asociado a un aumento rápido de peso. Todo ello como consecuencia de la retención de líquidos al no funcionar bien el corazón.
Los síntomas más habituales son dificultad para respirar y sensación de ahogo ante cualquier esfuerzo
¿Se puede hacer algo para prevenirla?
Llevar una vida sana cuidando la dieta, haciendo ejercicio de forma regular, evitando sustancias tóxicas… ayuda a prevenir enfermedades que desembocan en insuficiencia cardiaca. Además, una vez establecido el diagnóstico de insuficiencia cardiaca se intenta educar al paciente para que conozca su enfermedad y se insiste más en las medidas de autocuidado, recomendando —además de lo anterior— minimizar el consumo de sal, no abusar de la ingesta de líquidos, vacunarse frente a la gripe y el neumococo…todo ello encaminado a evitar cualquier posible descompensación.