Noticia publicada por El Progreso
- Esta rama sanitaria tiene muchas más competencias que la intervención en los trastornos del habla. La logopedia también ofrece su apoyo a los pacientes con los problemas de articulación, comprensión y expresión del lenguaje, fluidez verbal y deglución. Su aportación resulta esencial en la rehabilitación del daño cerebral adquirido o las dolencias neurodegenerativas, tal y como detalla Lorena Legaspi, especialista de Ribera Polusa.
La logopedia resulta fundamental para maximizar las posibilidades de rehabilitación de los pacientes con daño cerebral adquirido (DCA). ¿En qué áreas interviene?
El trabajo del o la logopeda es esencial en la rehabilitación del daño cerebral adquirido, porque aborda funciones que resultan básicas para que la persona pueda recuperar su autonomía y su participación en la vida diaria. Su intervención no se limita únicamente al lenguaje, sino que abarca un abanico muy amplio de áreas que suelen verse afectadas tras una lesión cerebral. Entre ellas se incluyen la comprensión y expresión verbal, la articulación del habla, la voz, la comunicación funcional y social y la deglución, que es una de las funciones más vulnerables tras un DCA. En muchos casos es necesario evaluar no solo lo que la persona puede decir, sino también cómo interactúa con su entorno o qué barreras encuentra para comunicarse en su vida diaria. Por eso, una parte importante de la intervención se orienta a la comunicación funcional, adaptándose a cada situación y, cuando es preciso, incorporando sistemas aumentativos o alternativos que permitan al paciente expresarse de manera más eficaz mientras recupera sus capacidades. En definitiva, el logopeda contribuye a que el paciente recupere funciones que tienen un impacto directo en su calidad de vida: comunicarse, relacionarse, tomar decisiones, expresar sus necesidades y alimentarse de forma segura. Su papel es indispensable dentro del equipo multidisciplinar que lo acompaña durante todo el proceso de rehabilitación.
Muchas veces, la rehabilitación se potencia a través de la colaboración entre especialidades.
Sí, por ejemplo, el logopeda trabajará, junto con el neuropsicólogo, sobre funciones cognitivas estrechamente vinculadas al lenguaje, como la atención, la memoria verbal o la planificación lingüística, que habitualmente se ven alteradas y dificultan poder desarrollar una comunicación eficaz.
El logopeda contribuye a que el paciente con daño cerebral adquirido recupere funciones con un impacto directo en su calidad de vida: comunicarse, expresar sus necesidades y alimentarse de forma segura
Quedémonos en el ámbito de la comunicación y la expresión. ¿Qué tipo de intervenciones se realizan?
Las intervenciones logopédicas en comunicación y expresión se diseñan de una manera totalmente individualizada, teniendo en cuenta el tipo de lesión, el nivel de afectación y los objetivos funcionales de cada paciente. El proceso comienza con una evaluación exhaustiva que permite conocer las capacidades preservadas y las áreas alteradas, para poder establecer un plan terapéutico realista y eficaz. A partir de ahí, se aplican diferentes estrategias. En los casos de afasia, por ejemplo, se realizan ejercicios para recuperar la comprensión, la denominación, la fluidez y la construcción de frases. También se utilizan técnicas de estimulación semántica o fonológica, apoyadas en materiales visuales o auditivos para facilitar la reorganización del lenguaje. Cuando la afectación se centra en el habla, el trabajo se orienta a mejorar la articulación, la precisión motora, la coordinación entre respiración y fonación y la inteligibilidad del mensaje. En ocasiones, es necesario reeducar completamente la voz, trabajando aspectos como el tono, el timbre o la proyección. La comunicación funcional es otro objetivo prioritario. Esto implica entrenar al paciente para desenvolverse en contextos reales: mantener una conversación, hacer una llamada, pedir ayuda o participar en actividades sociales. En los casos en los que la comunicación oral no es posible se incorporan sistemas aumentativos o alternativos, como tableros con pictogramas, escritura o dispositivos electrónicos con salida de voz. Todo ello busca que la persona pueda comunicarse con eficacia y sin frustración, adaptando la intervención a su entorno familiar y social.
Antes hizo referencia a otra secuela habitual del DCA: la disfagia. ¿Cómo se enfoca el proceso de rehabilitación en este caso?
La disfagia, o dificultad para tragar, es una de las secuelas más comunes tras un DCA y puede tener consecuencias muy graves si no se trata adecuadamente. El logopeda tiene un papel central en su detección, valoración y rehabilitación. En primer lugar, se realiza una evaluación minuciosa para determinar en qué fase de la deglución se produce la alteración: si en la preparación del alimento, en el momento de tragar o durante el tránsito del bolo alimenticio. A partir de los resultados se elabora un plan de intervención, que puede incluir ejercicios para fortalecer la musculatura orofacial, mejorar la movilidad y coordinación de los labios, lengua y mandíbula, además de recuperar la sensibilidad de las estructuras implicadas. También se enseñan maniobras deglutorias específicas que aumentan la seguridad y eficacia del proceso, además de estrategias posturales que facilitan el paso del alimento sin riesgo de aspiración. El objetivo no es solo recuperar la capacidad de tragar, sino garantizar que el paciente pueda alimentarse de forma segura, placentera y autónoma, evitando complicaciones respiratorias, desnutrición o el aislamiento social asociado a la dificultad para comer.
El primer paso en el tratamiento de la disfagia es evaluar en qué fase de la deglución se produce la alteración
El correcto manejo de la disfagia exige extender la formación a los convivientes.
Sí, por eso el trabajo logopédico se complementa con la orientación a familiares y cuidadores sobre las texturas y alimentos adecuados, el ritmo de alimentación, la hidratación y la postura corporal correcta durante las comidas.
El papel de la familia y/o los cuidadores es fundamental no solo en ese aspecto, sino durante toda el proceso de rehabilitación.
Sí, el papel de la familia en el proceso de recuperación es fundamental y por eso el o la logopeda dedica parte de su trabajo a ofrecer apoyo, información y herramientas que faciliten tanto la convivencia como la continuidad terapéutica en el hogar. Se les enseña a comunicarse de manera eficaz con el paciente, utilizando frases cortas, un tono calmado y dándole tiempo suficiente para que pueda responder. También se les orienta para evitar la corrección constante o la sobreprotección, que pueden generar frustración y disminuir la autoestima del paciente. Además, se trabaja en cómo favorecer la participación en la vida cotidiana: animar al paciente a expresar sus necesidades, incluirlo en conversaciones familiares o adaptar juegos y actividades que estimulen el lenguaje y la memoria. La familia necesita sentirse acompañada y comprender que forma parte activa del proceso. Por eso, la orientación logopédica no solo busca enseñar técnicas, sino también ofrecer apoyo emocional, reducir la incertidumbre y fortalecer el vínculo entre paciente y entorno, algo que tiene un impacto directo en la recuperación.
A la familia hay que enseñarle a comunicarse de manera eficaz con el paciente, utilizando frases cortas, un tono calmado y dándole tiempo suficiente para que pueda responder
También se ocupan de la rehabilitación en patologías neurodegenerativas, ¿cómo enfocan la estimulación de estos pacientes?
En las enfermedades neurodegenerativas (párkinson, esclerosis múltiple, ELA, demencias…), el enfoque de la logopedia es distinto al de rehabilitación tras una lesión adquirida, ya que en estos casos se trabaja principalmente para mantener las funciones el mayor tiempo posible, ralentizar el deterioro y compensar las dificultades que van apareciendo. Las sesiones incluyen ejercicios de mantenimiento del lenguaje y la memoria verbal, actividades de evocación, categorización o comprensión lectora o estrategias para mantener la claridad del habla y la expresión, entre otras. También se interviene en la deglución, tanto con ejercicios preventivos como rehabilitadores, para minimizar el riesgo de disfagia a medida que la enfermedad progresa. Cuando la comunicación oral se ve muy limitada, el logopeda introduce recursos alternativos que permitan mantener la interacción con el entorno y evitar el aislamiento. Además, se acompaña a las familias en la comunicación y la relación con la persona, proporcionándoles pautas y herramientas para comprender la evolución del paciente y responder a sus necesidades de forma empática y eficaz. En definitiva, la logopedia contribuye a preservar la autonomía y la independencia de la persona durante todas las fases de la enfermedad.