Cada vez con más frecuencia, brotes de esta enfermedad saltan a los titulares de los medios de comunicación. Tras años en retroceso, su incidencia crece alarmantemente desde el 2014 sin que, como explica este profesional, dermatólogo en el Hospital Ribera Polusa, se sepa la causa.
La detección de una veintena de casos de sarna entre el alumnado de la Escuela Superior de Arte Dramático de Galicia (Esag) en Vigo obligó a cerrar el centro antes de las vacaciones de Semana Santa. No ha causado sorpresa, porque desde hace un año estos brotes se han convertido en habituales. Distintos profesionales y sociedades científicas han dado la voz de alarma.
¿Qué es la sarna?
La sarna o escabiosis es una enfermedad contagiosa producida por un parásito, el ácaro Sarcoptes scabiei, que se introduce en las capas más superficiales de la piel excavando pequeños túneles en la misma, en los que deposita sus huevos y excrementos. Nuestro organismo, que los reconoce como extraños, produce una reacción alérgica mantenida que es la responsable de su principal síntoma: un picor insoportable que impide el sueño y dificulta el poder realizar las labores cotidianas de manera normal, produciendo además distintas lesiones en la piel.
En los últimos meses ha habido varios brotes, ¿a qué los achacan?
La sarna, para desarrollarse, necesita de un contacto mantenido en el tiempo con la piel de una persona infectada o, menos frecuentemente, con objetos contaminados por el parásito. Puede afectar a personas de cualquier origen o condición social, aunque por su mecanismo de contagio es más frecuente verla en esos entornos en los que conviven de manera estrecha un mayor número de personas, como pueden ser residencias de ancianos o de estudiantes. Aunque es imposible identificar una única causa que justifique el incremento del número de casos que hemos estamos detectando en las consultas de dermatología en los últimos 12-18 meses, quizás la resistencia a los tratamientos tópicos más habitualmente utilizados y la recuperación del contacto social y lúdico estrecho tras la pandemia puedan explicar en parte este repunte.
En los últimos 12-18 meses estamos detectando en las consultas de dermatología un incremento de casos
Un estudio del Instituto de Salud Carlos III ha constatado que la incidencia de la sarna, tras años sin apenas casos, empezó a crecer en el 2014. ¿Se sabe qué es lo que ha originado ese cambio de tendencia?
No existe una respuesta única y sencilla a esta pregunta. Los propios autores del estudio al que hace referencia esbozan posibles explicaciones, poniéndolo en relación con la crisis económica que se inicia en el año de 2008 y que podría justificar un empeoramiento de las condiciones sociosanitarias y personales que facilitasen una mayor propagación del ácaro y una detección más tardía de la infestación, lo que unido a las resistencias crecientes a su tratamiento más habitual, la permetrina, podrían estar detrás del origen de esta tendencia. Para ayudar a responder a esta pregunta, la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) acaba de iniciar un estudio multicéntrico a nivel nacional que intentará arrojar luz a estas y otras cuestiones.
Además del picor, ¿hay otros síntomas?
El picor generalizado, mantenido e insoportable, que se agrava por las noches, impidiendo o dificultando en gran medida el sueño, es su principal manifestación. Además, pueden identificarse pequeños surcos en las muñecas o entre los dedos, que es en donde el ácaro excava y deposita sus huevos y excrementos. En el resto del cuerpo pueden verse grandes áreas enrojecidas, con evidentes signos de rascado, siendo más frecuente la afectación de los genitales en el varón, con la aparición de pequeños bultos (nódulos) enrojecidos, y de las mamas en la mujer, con áreas engrosadas en la areola.
El paciente suele presentar pequeños surcos en las muñecas o entre los dedos, que es donde el ácaro deposita sus huevos y sus excrementos
¿Cómo se trata?
Tradicionalmente, la sarna se ha tratado mediante diversos productos tópicos como la permetrina, la vaselina azufrada o el malathion, que debían de aplicarse por todo el cuerpo con distintas pautas. Sin embargo, estamos encontrando que cada vez se detectan más fracasos con estos tratamientos, probablemente debido a su sobreutilización, siendo necesario recurrir a alternativas más agresivas por vía oral, como puede ser la ivermectina. Asimismo, pautamos también tratamientos antipruriginosos como antihistamínicos, cremas emolientes o corticoides para reducir la sintomatología hasta que se consigue la erradicación del parásito.
El tratamiento va más allá de la persona afectada.
Sí, y tan importante como tratar a la persona infestada es realizar un tratamiento preventivo de su entorno más cercano de manera simultánea para evitar recontagios. Además, se ha de efectuar una desinfección mediante lavado a 60º o aislamiento durante siete días de los objetos en los que puede alojar el parásito (sábanas, ropa, toallas, etc.).
Hay que ocuparse del paciente y, simultáneamente, hacer un tratamiento preventivo de su entorno más cercano
¿La sarna puede derivar en algún tipo de complicación?
La principal complicación directa se relaciona con la aparición de infecciones bacterianas secundarias al rascado generalizado, que pueden hacer necesaria la utilización de antibióticos y, en personas ancianas o inmunodeprimidas, en ocasiones conlleva incluso ingreso hospitalario. En todo caso, existen diversos estudios que determinan que el deterioro en la calidad de vida provocado por pruritos intensos y mantenidos es comparable a un dolor de una intensidad de moderada a severa de cualquier origen.
Obviamente, se puede padecer más de una vez.
La escabiosis es curable, aunque no genera inmunidad, por lo que si se vuelve a entrar en contacto directo con el parásito nos podemos contagiar de nuevo. La principal diferencia es que en estos casos, los síntomas aparecen a los pocos días, mientras que en la primera infección se suele pasar un periodo de incubación de entre cuatro y seis semanas.
¿Cree que puede estar infradiagnósticada porque se confunda con otras afecciones?
El picor es un síntoma común a muchas enfermedades cutáneas, algunas de ellas muy frecuentes en personas jóvenes, como la dermatitis atópica, u otras que se ven más en ancianos, como el penfigoide ampolloso, por lo que no resulta extraño que en muchas ocasiones el diagnóstico se retrase, permitiendo con ello que la infestación se extienda a los convivientes con el enfermo o a que se desencadenen brotes en instituciones como residencias de ancianos o de estudiantes. Por eso siempre es recomendable, cuando se presenten síntomas compatibles, consultar con el dermatólogo para poder realizar un correcto diagnóstico y tratamiento.