No siempre es fácil una buena comunicación entre padres e hijos/as. Cada día tenemos menos tiempo para compartir y dialogar en familia. Múltiples tareas y largas jornadas de trabajo son algunos de los problemas que impiden una verdadera comunicación. En esta entrada te ofrecemos con ayuda de los psicólogos infantiles del Hospital Universitario de La Ribera consejos prácticos para que la convivencia diaria con nuestros hijos mejore de forma fácil.
En la convivencia diaria estas cuestiones no siempre se resuelven fácilmente. Es fundamental comunica
rnos con nuestros hijos para conocerlos más, saber lo que piensan y que sepan que pueden confiar y contar con nosotros.Una buena comunicación entre padres e hijos contribuye a lograr mejores relaciones al interior de la familia. Estimula la confianza mutua y facilita a los padres su labor formadora, al existir un canal abierto que les permita transmitir valores, ideas, etc.La importancia de escuchar
Es muy duro oír a nuestros hijos adolescentes expresar su confusión, su resentimiento, su enojo o su desánimo. Así pues, con la mejor intención negamos sus sentimientos e imponemos nuestra lógica de adultos.
Nuestra escucha es lo que más les consolará. Ver que nosotros aceptamos sus sentimientos de pesar puede hacer que a nuestros hijos les resulte más fácil asimilarlos.
Estrategias comunicativas
Aunque no siempre funcionan, el principio básico sobre el que descansan todos estos ejemplos es el RESPETO. Una actitud y un lenguaje respetuosos contribuyen a que nuestros adolescentes nos escuchen y cooperen.
El modo en que abordamos las cosas del día a día, los asuntos cotidianos, es lo que establece una base para tratar lo gordo. El modo en el que abordamos problemas como el de la mochila o la camiseta rota, o los malos modales en la mesa puede hacer que mejoremos o empeoremos una relación. El modo cómo reaccionamos ante los cambios de humor de nuestros hijos hará que ellos se aparten de nosotros o se nos acerquen.
Nuestra reacción frente a lo que han hecho o han dejado de hacer es lo que puede suscitar resentimiento o crear confianza y fortalecer su relación con nosotros. Y a veces sólo esa relación es la que mantiene a salvo a nuestros hijos.