Los frentes laminados o carillas son unas láminas finas de cerámica que se adhieren a la superficie visible de los dientes y que nos permiten modificar el color, forma, tamaño o longitud de la pieza dental. Tal y como explican los profesionales de Ribera Dent, la división dental del grupo sanitario Ribera, con las carillas se restauran fracturas, se corrigen pequeñas malposiciones dentales, incluyendo la holgura de los dientes y se mejoran muchos aspectos de estética.
Para la colocación de carillas, los odontólogos requieren, en ocasiones, de la anestesia local y el proceso se lleva a cabo en dos fases. La primera es la preparación del diente, para lo cual hay que proceder a la abrasión del esmalte; y a continuación se ajusta y cimenta la carilla. La carilla se prepara previamente en un laboratorio, ajustada a las características de la o las piezas de cada paciente.
Unos días después del procedimiento, se cita al paciente para comprobar que la carilla se ha ajustado bien y si es necesario, realizar algún retoque. En concreto, están pautadas revisiones la primera semana, el primer mes, a los seis meses y a partir de ahí, semestralmente, con el fin de comprobar el estado de los frentes laminados y realizar el consiguiente cuidado de las piezas.
Durante los primeros cinco días, hay que evitar los alimentos duros o demasiado fríos o calientes, así como bebidas que pueden manchar las carillas, como la cola, café o té. También se debe evitar el uso excesivo de flúor o clorhexina, que pueden teñirlas.
¿Se pueden quitar las carillas?
Las restauraciones con carillas no se pueden retirar, una vez cementadas. Y si se hace, dependiendo de la estructura de los dientes, es posible que haya que reponer el volumen y evitar la sensibilidad tras la abrasión del esmalte.
¿Tengo que cuidar de manera especial las carillas?
Las láminas de cerámica que se utilizan en este proceso son frágiles, por lo que los profesionales aconsejan a los pacientes evitar alimentos duros para no fracturar la carilla. Además, pauta una férula de descarga para las noches, con el fin de evitar que el paciente apriete con demasiada fuerza la boca y también fracture las carillas.
Según el cuidado de las piezas y la aparición o no de alguna patología bucodental, condicionan, sin duda, la duración de las carillas, pero los expertos aseguran que, con revisiones periódicas y el cuidado de cada paciente, las carillas pueden durar hasta 15 años.
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