Dr. Carracedo. Hospital Juan Cardona
Ya en 1934, McCay y sus colaboradores probaron que una reducción en la ingesta total de alimentos prolongaba la vida de las ratas. Así mismo, estudios realizados en los laboratorios de Masoro (en la década de los noventa) demostraron que vivían más tiempo aquellos roedores sometidos a dietas hipocalóricas,
La revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos de Norteamérica, ha publicado en su número de Diciembre de este año, un artículo de investigadores italianos sobre un descubrimiento relacionado con este tema.
Podemos enunciar los acontecimientos de esta manera:
La dieta baja en calorías activa la producción de sirtuinas, unas proteínas producidas por la acción de determinados genes, denominados SIRT o SIR. Estas sirtuinas bloquean el factor que se encarga de destruir al CREB1, que es la proteina encargada de activar genes relacionados con la longevidad y con un mejor funcionamiento de nuestro cerebro (en lo que respecta a mejoras del aprendizaje, la memoria, etc…) elevándose así la cantidad de CREB1.
Sabemos que sólo por hacer una dieta baja en calorías pueden aumentar drásticamente los niveles cerebrales de CREB1, y también sabemos que si no existe CREB1 no se producen beneficios en el cerebro derivados de hacer una dieta restringida en calorías.
Podemos resumir diciendo que se han encontrado las moléculas y el mecanismo por el cual una dieta baja en calorías nos beneficia en cuanto a duración de nuestra vida y funcionamiento de nuestro cerebro a lo largo de una existencia más duradera.
Los investigadores han resaltado que, lógicamente, una vez conocidos los mecanismos moleculares de estos hechos, podrán encontrarse moléculas con acción farmacológica similar al efecto producido por dietas restrictivas en calorías.