Es una familia de microorganismos comunes a la que pertenecen, por un lado, los virus de la polio (poliovirus) y otro centenar de serotipos que circulan especialmente en esta época del año y suelen provocar infecciones respiratorias o gastrointestinales de carácter leve.
En la alerta lanzada por Salud en Cataluña, a principios de este verano, fueron las cepas del virus no polio las que provocaron alteraciones neurológicas en más de 60 menores de seis años.
Síntomas.
Habitualmente, los enterovirus comunes (no los de la polio) provocan cuadros respiratorios y gastrointestinales leves, con sintomatología similar a la de una gripe. Fiebre, conjuntivitis, vómitos, diarrea y, ocasionalmente, erupciones cutáneas son los síntomas comunes que provoca este microorganismo.
Los expertos señalan que, cada año, se detectan además casos puntuales de meningitis víricas linfocitarias —más leves que la meningitis bacteriana— que presentan cuadros clínicos benignos y se curan completamente sin dejar secuelas.
Sin embargo, algunos serotipos, como el que previsiblemente ha afectado a los menores infectados, pueden ser más agresivos y tienen afectaciones más graves. Es el caso del subtipo D68, del que se han descrito parálisis parecidas a las de la polio o del enterovirus A71, que afecta especialmente al sistema nervioso central y provoca rombencefalitis.
La alarma del Departamento de Salud viene precisamente porque es la primera vez en el España que se detecta un elevado número de casos infectados por enterovirus que desarrollan alteraciones neurológicas más graves que la meningitis vírica. Concretamente, los pediatras han diagnosticado cuadros clínicos de rombencefalitis (una infección en el tallo cerebral y el encéfalo que provoca somnolencia, inestabilidad en la marca, temblores y parálisis).
Estas alteraciones graves ya se habían descrito en brotes detectados en Estados Unidos y algunos países de Asia.
Transmisión.
Se transmite por vía oral-fecal o a través de secreciones respiratorias (tos, mocos y estornudos).
Diagnóstico.
Los pediatras señalan que la detección del virus puede ser compleja, de ahí que se haya elaborado un protocolo especial para que los facultativos extremen la diagnosis. En estos casos, han explicado los expertos, el enterovirus no se encuentra en el líquido cefalorraquídeo, donde solía localizarse, sino que se detecta a través de análisis en la faringe y las heces.
Los médicos han de prestar especial atención a las pequeñas alteraciones neurológicas que pueden acompañar a una simple fiebre. Síntomas de somnolencia, cansancio, trastornos del movimiento, patrones de respiración anómalos, dificultad para hablar o comer o temblores son característicos de infecciones por el enterovirus que provoca este brote.
Población de riesgo.
El enterovirus puede afectar a niños y adultos aunque los expertos prestan especial atención al colectivo infantil, que tiene más probabilidad de contagio por las vías de transmisión de este virus (en las guarderías, por ejemplo, los niños tienen más contacto físico, comparten juguetes, etc.). De hecho, los casos detectados en este brote son niños menores de seis años. Los adultos, por haber vivido más tiempo en contacto con el virus, ya están más inmunizados.
Tratamiento.
No hay vacunas ni tratamientos efectivos más que para paliar la sintomatología que presenten los pacientes. En los casos detectados en este brote, el virus provoca una reacción inmunológica en el paciente, así que los médicos administran anticuerpos para cortar esa respuesta inmunológica.
Con todo, a falta de fármacos para combatir el virus, los expertos recomiendan extremar las medidas preventivas como la higiene de manos con agua y jabón para evitar la transmisión.