Uno de los motivos que agravan el pronóstico de las mujeres con enfermedad cardiovascular, es que frente a los mismos síntomas de enfermedad cardiovascular, sólo el 15% de las féminas reciben un tratamiento adecuado, mientras que el porcentaje llega hasta el 56% en los varones.
Así lo demuestran diversos registros norteamericanos como el Crusade, que ponen de manifiesto el retraso en la sospecha de enfermedad cardiovascular en la mujer, recibiendo con frecuencia el tratamiento necesario más tarde y en menor medida.
Hasta hace pocos años (principios del siglo XXI), los síntomas de enfermedad cardiovascular masculinos eran considerados como típicos por la comunidad científica, sin tener presente que la sintomatología de la mujer es habitualmente distinta a la del hombre. Ésta era definida como una variante de la normalidad. Afortunadamente, con el paso del tiempo se han ido reconociendo más las diferencias de los síntomas entre hombres y mujeres, y el diagnóstico y tratamiento de los factores de riesgo y de las enfermedades cardiovasculares va igualándose cada vez más.
El último estudio español sobre tratamiento de los factores de riesgo cardiovascular (Darios II), presentado recientemente, afirma que, tras analizar a una muestra de 27.903 personas, homogénea en cuanto a sexos se refiere, el 66% de los varones y el 42% de las mujeres con hipertensión estaban bien controlados. Entre los que padecían diabetes mellitus, el 65% de los hombres y el 63% de las mujeres tenían un buen control de su enfermedad. Sorprendentemente, tanto en las categorías de riesgo cardiovascular bajo o moderado, en las que está menos justificado el tratamiento hipolipemiante, como en las de riesgo cardiovascular alto o muy alto, las mujeres recibían más tratamiento farmacológico para el exceso de colesterol que los varones.
Cada año mueren 17,1 millones de personas en el mundo a causa de las enfermedades cardiovasculares. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 80% de las muertes prematuras podrían haberse evitado siguiendo un estilo de vida saludable y reduciendo los factores de riesgo. La mayoría de las veces el riesgo cardiovascular de una persona no se debe a un solo factor, sino a varios. En estos casos, el riesgo cardiovascular resultante de estos factores no es una suma de los mismos, sino que se multiplica.
Además de los factores de riesgo cardiovascular clásicos anteriormente comentados, el estilo de vida actual está conduciendo a la aparición de nuevos factores de riesgo cardiovascular, como la apnea del sueño, el estrés o la contaminación; que también hay que evitar y controlar.
Es esencial que la población se conciencie de la importancia que tiene mantener unos hábitos de vida saludables para prevenir y reducir las enfermedades cardiovasculares. Con costumbres tan sencillas como: seguir una dieta equilibrada, practicar ejercicio regularmente y evitar el consumo de tabaco, conseguiríamos grandes resultados.
Aún más, la educación de los hábitos cardiosaludables debe comenzar en la infancia, pues cuanto antes incorporemos estas medidas, antes se considerarán como algo natural, por lo que resultará más fácil mantenerse fiel a estas costumbres a lo largo de la vida.