Trastorno dismórfico corporal: cuando un defecto se convierte en obsesión

La preocupación por el aspecto físico es una característica común entre los jóvenes y adultos, especialmente en la adolescencia. Sin embargo, cuando esta preocupación se convierte en una obsesión y empieza a interferir con la vida diaria, podemos estar ante un trastorno dismórfico corporal (TDC), una alteración psicológica que cada vez tiene mayor incidencia entre la población juvenil, de la que hoy vamos a hablar en esta entrada al blog de salud del grupo sanitario Ribera.

Qué es el trastorno dismórfico corporal

El TDC forma parte de la familia del trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Se caracteriza por una preocupación persistente y excesiva por un defecto físico, ya sea real y mínimo o incluso inexistente, que para la persona resulta evidente, pero que pasa desapercibido para los demás.

Según explica el equipo de Psicología de Ribera Polusa – Clínica Santo Domingo, la edad media de aparición se sitúa en torno a los 16 años, aunque en muchos casos los primeros síntomas pueden manifestarse desde los 12 años.

Las especialistas Belén Vázquez, Lucía Fernández, María Novo, Cristina López y Lucía Arza señalan que esta preocupación suele ir acompañada de conductas repetitivas como:

  • Mirarse constantemente en el espejo.
  • Compararse de forma obsesiva con otras personas.
  • Asearse o maquillarse en exceso para disimular el supuesto defecto.
  • Pellizcarse la piel o buscar procedimientos estéticos y cirugías innecesarias.

En casos graves, puede derivar en autolesiones o incluso suicidio.

Síntomas y señales de alerta del TDC

Algunos signos que pueden ayudar a identificar el TDC incluyen:

  • Pensamientos obsesivos sobre una parte del cuerpo.
  • Malestar intenso o vergüenza al exponerse socialmente.
  • Deterioro en la vida personal, académica o laboral.
  • Evitación de actividades por miedo a ser “juzgado” por el aspecto físico.

Aunque cualquier persona puede desarrollarlo, la adolescencia y la juventud son etapas de especial vulnerabilidad, dado que la identidad y la autoestima están en plena construcción.

La dismorfia muscular

Una forma específica de este trastorno es la dismorfia muscular, en la que la persona se obsesiona con la idea de no tener suficiente tono o volumen muscular. Está asociada a trastornos alimentarios, ansiedad social y, en algunos casos, consumo de sustancias.

El equipo de Ribera Polusa advierte que este subtipo puede generar graves daños físicos: dietas restrictivas, deshidratación forzada para marcar venas o atracones para “compensar”, además de una elevada probabilidad de recurrir a cirugías estéticas.

Imagen corporal, autoconcepto y autoestima

La percepción de nuestro cuerpo —la llamada imagen corporal— no se limita a lo físico, sino que está influida por factores emocionales y sociales. Cuando esta percepción se vuelve negativa, puede evolucionar desde un simple descontento hasta una obsesión extrema que limita la vida diaria.

El autoconcepto y la autoestima juegan un papel crucial. Como recuerdan las especialistas de Ribera Polusa, ambos se construyen con la experiencia, el entorno y los mensajes que recibimos de los demás. Una crítica patológica o distorsionada puede erosionar la autoestima y favorecer la aparición de trastornos como el TDC.

¿Se puede prevenir el TDC?

Aunque no siempre es posible prevenirlo, sí existen estrategias que pueden ayudar a reducir el riesgo:

  • Promover una autoestima saludable desde la infancia.
  • Fomentar la diversidad corporal y cuestionar los estándares de belleza irreales.
  • Limitar la exposición a contenidos nocivos en redes sociales, donde la comparación constante puede ser un factor de riesgo.
  • Buscar ayuda psicológica temprana ante las primeras señales de obsesión con la apariencia.
  • Educar en la aceptación personal y en la importancia de cuidar la salud mental tanto como la física.

En conclusión. El trastorno dismórfico corporal no es una simple vanidad ni una preocupación estética sin importancia. Es un problema psicológico que requiere comprensión, acompañamiento y, en muchos casos, tratamiento profesional. Identificarlo a tiempo y trabajar en la construcción de una autoestima sana es fundamental para prevenir consecuencias graves.

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