Empezaremos con una curiosa reflexión. Inmersos de lleno en esta era cada vez más tecnológica, estamos empezando a reconocer que una de las terapias con mayor potencial innovador lleva conviviendo con nosotros desde hace al menos 1.500 siglos. Algún lector ya habrá acertado que hoy descubriremos los posibles aspectos terapéuticos del perro. De entrada, es sorprendente la edad tan remota desde la que ambas especies nos relacionamos. Así, las evidencias antropológicas y de genética animal más recientes orientan que los primeros grupos de homo sapiens ya habían descubierto las cualidades del lobo y otros cánidos prehistóricos como animales domesticables. La relación entre nuestros antepasados y esas especies que evolucionaron hasta los perros actuales seguramente nació como un beneficio recíproco o simbiosis, de modo tal que aquellos primeros lobos mansos proporcionaban al homínido una defensa eficaz contra sus otros depredadores naturales y, además, mejoraron la técnica de caza de nuestros antecesores. A cambio, el hombre prehistórico abastecía de alimento a su animal de compañía.
La relación entre el hombre y el can fue evolucionando a lo largo de los siglos. De este modo, el contacto continuado entre ambas especies con una relación de bien recíproco ha logrado desarrollar en el perro una habilidad que es única en el reino animal para descifrar estados de ánimo y poder interpretar muchos de los códigos de la conducta humana. Esta característica, que combina instinto y disposición al aprendizaje, ha convertido al perro en el animal de compañía más adaptable a nuestra especie.
En este viaje de miles de años durante los cuales humanos y perros hemos ido fortaleciendo nuestros lazos a medida que la civilización se ha ido haciendo más y más compleja, hacemos escala en la mitad del siglo pasado. Entre las décadas de 1950 y 1960, un psiquiatra noteamericano empezó a observar que algunos niños con problemas graves respondían mejor cuando su perro Jingles estaba presente en las sesiones de terapia. Desde entonces, la comunidad científica está identificando un número creciente de efectos beneficiosos para la salud que se podrían atribuir a las intervenciones asistidas por animales. Algunas de las ventajas más prometedoras del perro sobre la enfermedad en humanos son:
-
Mejor control de la hipertensión arterial.
-
Reducción de los niveles de colesterol.
-
Detección precoz de algunas complicaciones por diabetes.
-
Incremento de la supervivencia tras infarto de miocardio.
-
Ganancia de inmunidad contra algunas alergias.
-
Rehabilitación tras lesión medular o infarto cerebral.
-
Retardo del deterioro por demencia senil.
-
Estímulo de la comunicación en niños con trastorno autista.
-
Efecto analgésico contra el cáncer y otras enfermedades.
Nos detenemos en el noveno beneficio terapéutico como uno más atractivos porque la incidencia de dolor crónico es muy elevada en nuestra sociedad. La respuesta que el perro demuestra en sintonía con los estados emocionales del ser humano es capaz de captar gran parte de nuestra atención y distrae de los estímulos dolorosos. Este efecto calmante se consigue potenciar mediante la oxitocina que se libera cuando interactuamos con el perro. La oxitocina es una hormona muy conocida porque se segrega en mayor cantidad tras el parto y su liberación induce una sensación de bienestar general.
Una buena parte de los lectores tiene gatos o disfruta de su compañía y tal vez se pregunta si tienen el mismo beneficio para la salud que el perro. Tenemos que decir que los estudios de los efectos terapéuticos con gatos son todavía muy escasos y sus resultados sobre la salud son demasiado contradictorios para apuntar conclusiones positivas. Esperemos que con el tiempo se podrán demostrar los efectos beneficiosos del gato, que será interesante comparar con el perro. Por otro lado, es justo señalar que las intervenciones asistidas por animales pueden incluir otras especies como el caballo o el delfín, con las que no nos hemos entretenido aquí porque no son accesibles para la mayoría de la población.
Hemos visto cómo la relación directa con el perro nos acompaña desde que el hombre es hombre. El homo sapiens del siglo XXI ha amplificado ese sentimiento de historia compartida, de modo que las mascotas son miembros habituales de las redes sociales, con un impacto mediático creciente tal que una de las marcas de mayor éxito acaba de lanzar una novedosa consola de videojuegos con el aspecto externo de mascota canina. En el campo de las ciencias de la salud sin embargo tenemos que reconocer que estamos en una fase incipiente de estudio, y aun hoy desconocemos cómo manejaremos con éxito todo el potencial beneficioso del perro para paliar la enfermedad. Aunque su uso terapéutico todavía no se puede recomendar de manera generalizada, hay expectativas elevadas hacia un futuro próximo en que seremos capaces de regular los beneficios de salud señalados. Antes, tenemos pendiente resolver cuestiones principales como la de garantizar que el animal no sufra ningún modo de daño en el ámbito de la asistencia terapéutica al humano.
Carlos Miró Bujosa, Psiquiatra del Departamento de Salud de La Ribera.